
Vivo en la calle. El paro y la ayuda se acabaron. Tengo una manta y unos cartones como cama. Iker, un viejo perro que me encontré tirado en la calle, es mi única compañía. Me da compañía cada día, calor en las frias noches de invierno, y me ofrece su fidelidad cada segundo.
Ahora hace un año que no veo a mis hijos. Tuve que marcharme, huir, porque las denuncias no cesaban. Además, me da vergüenza que me vean así. Prefiero que me recuerden como antaño, cuando jugábamos juntos. Todos. Eran otros tiempos, que se fueron sin saber cómo. Sin avisar. Me arrebataron la vida. Y pese a todo... la sigo queriendo.
Que fuerte.....ufffffff.
ResponderEliminarHay demasiados Juanes y Juanas en esa situación.
Lo importante es buscar soluciones, el victimismo no arregla nada.