lunes, 25 de enero de 2010

No me va la vida en un “cargo”

Hoy he tenido que tomar una decisión importante. O eso creo. Y creo que no me he equivocado. Porque a quien no le va la vida en un cargo directivo, como es mi caso, no debe importarle las falsas promesas de siempre. Esas que te hicieron hace meses, tantos como llevas desempeñando un puesto de dirección que no recibe compensación a cambio. Pasado el tiempo, cuando reclamas lo que es tuyo, por merecimiento y por aquello de la promesa que te hicieron un día, vuelven a prometerte lo mismo, bajo el paraguas de una crisis que siempre afecta a los mismos. Los tontos de siempre.
Lógicamente, entre los argumentos esgrimidos por quien defiende los intereses de la empresa están los malos resultados –digo que serán los suyos, porque a mi me salen las cuentas a favor-, y la oportunidad que dejaré escapar –dando ya por sentado que desde este momento no tengo futuro en la empresa, por ese sentimiento propio de gente con pocas luces que ven en unos argumentos de peso una alta traición a sus intereses-, entre otros.
Como he dicho, a mi no me va la vida en un cargo directivo que te resta calidad de vida, que te obliga a trabajar un mínimo de doce horas diarias y que sólo tiene perspectivas de empeorar. Porque, visto lo visto, es lo que hay. Iluso de mí, que aún sigo creyendo en las personas. Pero hasta aquí ha llegado la cosa. De ahora en adelante, los actos de fe, que se los pidan a otras personas...

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